¡Saludos!.
A casi un año de haberles dicho “hasta luego”, hoy quisiera hacerles llegar unas
palabras que escribí mientras hacía mi maleta en mi habitación. Les confieso
que con lágrimas en mis ojos, desahogué mis tristezas a través de un lápiz y un
cuaderno. No es fácil dejar a personas a la cual te acostumbras a trabajar en
equipo para regalar música a Dios, pero más aún cuando el sentimiento sembrado
durante ese tiempo reafirmas que no conviviste con amistades, sino más bien con
una gran familia. Aprovecho este espacio para felicitarlos en su nuevo
aniversario. Me di por enterado que fue un año lleno de tropiezos, pero esto
nos hace saber que volar muy alto no siempre puede ser bueno, y es ahí cuando
Dios nos dice “ubícate”.
No
me queda más que mantener la oración para que la Camerata San Agustín traspase
generaciones, pues el día que nos toque partir, sería muy satisfactorio decir que
dejamos un legado.
Ya
no quisiera extenderme más y desde aquí les envío un gran abrazo a todos,
deseándoles lo mejor. Bendiciones. Aquí
mis palabras que si mal no recuerdo, las plasmé un 5 de febrero del año pasado
en horas de la noche. Decían más o menos así:
Parece que fue ayer.
Parece
que hace 7 años fue ayer; pues recuerdo muy bien que los primeros días de
febrero ingresé al coro.
Parece
que fue ayer, cuando mi madre me presentó ante ustedes: Nora, Genny, Cari,
Gabriel y Ladys y así pertenecer a la familia musical de San Agustín.
Parece
que fue ayer, cuando tímidamente me aprendía las armonías de cada una de las
canciones en mi humilde teclado, y que al tercer domingo de forma valiente me
animé a tocar con sonido.
Parece
que fue ayer el haber compartido tantos momentos y emociones juntas: alegrías,
tristeza, rabia, júbilo, impotencia, aciertos, errores, fracasos y éxitos.
Fueron 7 años de aprendizaje continuo en el que recibí palabras de
felicitaciones, consejos, regaños y muchas otras; ¿quién mejor que ustedes para
hacerlo?
El
7 se ha vuelto mi número preferido. Fueron 7 años de gratas vivencias que hoy
se convierten en un recuerdo poderoso imposible de erradicar de mi mente. Nunca
podría olvidarlos a donde sea que vaya. Cada uno de ustedes abrió una gran
puerta hacia oportunidades maravillosas, experiencias inolvidables y
conocimientos ilimitados. Hoy digo con firmeza que cada uno de ustedes aportó
su granito de arena para ayudarme y formar lo que hoy soy. ¿Qué sería de
nosotros si Dios no nos hubiese juntado?
Por
más que me pongo a sacar cuentas, no entiendo cómo es que un ‘llanero gocho’
vino de tan lejos y se encontró con ustedes. Mi respuesta para ello es que
simplemente Dios movió sus piezas.
Una
persona me dijo un día: “Sea cual sea la decisión que tomes, no te arrepientas
de ella”. Y sin duda, una de las mejores decisiones de mi vida ha sido formar
parte de ustedes.
Fue
una decisión difícil el decirles que me iba del grupo; una decisión que si para
bien o para mal me mostrará otros caminos. Me queda la satisfacción de decir
“caminé”, y con más júbilo podré decir que la Camerata caminó conmigo por una
distancia de 7 años.
La
tristeza por dejarlos no es más fuerte que la esperanza de volverlos a ver. En
esta vida y las que quedan, cuenten conmigo a la hora de cantar y tocar a Dios.
Gracias por todo.
Se
despide un cameratero por siempre, un abrazo fuerte. Los quiero.