miércoles, 18 de febrero de 2015

A ustedes: Camerata San Agustín

¡Saludos!. A casi un año de haberles dicho “hasta luego”, hoy quisiera hacerles llegar unas palabras que escribí mientras hacía mi maleta en mi habitación. Les confieso que con lágrimas en mis ojos, desahogué mis tristezas a través de un lápiz y un cuaderno. No es fácil dejar a personas a la cual te acostumbras a trabajar en equipo para regalar música a Dios, pero más aún cuando el sentimiento sembrado durante ese tiempo reafirmas que no conviviste con amistades, sino más bien con una gran familia. Aprovecho este espacio para felicitarlos en su nuevo aniversario. Me di por enterado que fue un año lleno de tropiezos, pero esto nos hace saber que volar muy alto no siempre puede ser bueno, y es ahí cuando Dios nos dice “ubícate”.

No me queda más que mantener la oración para que la Camerata San Agustín traspase generaciones, pues el día que nos toque partir, sería muy satisfactorio decir que dejamos un legado.

Ya no quisiera extenderme más y desde aquí les envío un gran abrazo a todos, deseándoles lo mejor. Bendiciones. Aquí mis palabras que si mal no recuerdo, las plasmé un 5 de febrero del año pasado en horas de la noche. Decían más o menos así:

Parece que fue ayer.
Parece que hace 7 años fue ayer; pues recuerdo muy bien que los primeros días de febrero ingresé al coro.
Parece que fue ayer, cuando mi madre me presentó ante ustedes: Nora, Genny, Cari, Gabriel y Ladys y así pertenecer a la familia musical de San Agustín.
Parece que fue ayer, cuando tímidamente me aprendía las armonías de cada una de las canciones en mi humilde teclado, y que al tercer domingo de forma valiente me animé a tocar con sonido.
Parece que fue ayer el haber compartido tantos momentos y emociones juntas: alegrías, tristeza, rabia, júbilo, impotencia, aciertos, errores, fracasos y éxitos. Fueron 7 años de aprendizaje continuo en el que recibí palabras de felicitaciones, consejos, regaños y muchas otras; ¿quién mejor que ustedes para hacerlo?
El 7 se ha vuelto mi número preferido. Fueron 7 años de gratas vivencias que hoy se convierten en un recuerdo poderoso imposible de erradicar de mi mente. Nunca podría olvidarlos a donde sea que vaya. Cada uno de ustedes abrió una gran puerta hacia oportunidades maravillosas, experiencias inolvidables y conocimientos ilimitados. Hoy digo con firmeza que cada uno de ustedes aportó su granito de arena para ayudarme y formar lo que hoy soy. ¿Qué sería de nosotros si Dios no nos hubiese juntado?
Por más que me pongo a sacar cuentas, no entiendo cómo es que un ‘llanero gocho’ vino de tan lejos y se encontró con ustedes. Mi respuesta para ello es que simplemente Dios movió sus piezas.
Una persona me dijo un día: “Sea cual sea la decisión que tomes, no te arrepientas de ella”. Y sin duda, una de las mejores decisiones de mi vida ha sido formar parte de ustedes.
Fue una decisión difícil el decirles que me iba del grupo; una decisión que si para bien o para mal me mostrará otros caminos. Me queda la satisfacción de decir “caminé”, y con más júbilo podré decir que la Camerata caminó conmigo por una distancia de 7 años.
La tristeza por dejarlos no es más fuerte que la esperanza de volverlos a ver. En esta vida y las que quedan, cuenten conmigo a la hora de cantar y tocar a Dios. Gracias por todo.
Se despide un cameratero por siempre, un abrazo fuerte. Los quiero.